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2022-11-14 14:53:44 By : Mr. Qida Guo

A los españoles nos gusta cuidar nuestra imagen. A la luz de las cifras recogidas por la estadística de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (STANPA), cada consumidor español gasta en torno a 140 euros al año en cremas, perfumes y maquillajes, situando a España, cuyo consumo interno alcanzó los 6.450 millones de euros en 2015, en la cuarta plaza de la Unión Europea, por delante del mercado británico, francés y alemán. Sin embargo, aunque sean productos habituales de nuestra cesta de la compra, muchos desconocen de dónde proceden las sustancias con las que se producen los cosméticos.

Lo que nos atrae de los cosméticos son sus tres funciones principales, apunta Rafael Bailón, profesor titular de Ingeniería Química en la Universidad de Granada y experto en I+D+i en desarrollo de productos y experto en perfumería y cosmética: “Su función higiénica, como en un jabón o un champú; su función eutrófica, por ejemplo, en las cremas para hidratar y quitar arrugas en la piel sana; y su función estética para estar guapos y oler bien y como disfrute social. Nunca deben invadir el terreno de los fármacos, y deben formularse de forma agradable sugerente, con buen aroma y buena textura. Pero, sobre todo, cuando se reivindican sus propiedades, estas deben estar avaladas por la evidencia científica y no por charlatanes”, recalca Bailón.

Aunque en el pasado la mayoría de sustancias de uso cosmético se extrajeran de la naturaleza, casi todo lo que lanza la industria cosmética actual se basa en la producción de compuestos sintéticos. “Además de respetar los ecosistemas y las especies en peligro de extinción, el objetivo es obtener sustancias químicas mucho más puras, que pueden fragmentarse para que penetren mejor en la piel o para que sus efectos se prolonguen. Muchas de las cosas sorprendentes o raras que se utilizaban en la cosmética tradicional han desaparecido en los productos de calidad”, advierte la química y divulgadora Deborah García Bello.

Sean naturales o químicos, estos son los ingredientes más llamativos que puedas encontrar en tu cremas, perfumes o pintalabios y que nunca habías imaginado.

1. Excremento de civeta. Cuanto más dinero cuesta un perfume con cuerpo, de los que huelen bien y aguantan tiempo, hay más probabilidades de que esta sustancia se encuentre entre sus ingredientes. Las heces de la civeta (un mamífero carnívoro con apariencia de gato silvestre), apreciadas para la elaboración del café más caro del mundo, el kopi luwak, también es uno de los ingredientes de la perfumería y colonias que aporta la nota animal al aroma. “El excremento de civeta es un fijador, se añade como componente de fondo y regula la evaporación del resto de componentes. Si la concentración de esencia aromática supone el 4 %, en ese porcentaje el aroma de civeta supone una parte por mil”, explica el experto de cosmética y perfumería Bailón.

2. Sake japonés. El ácido kójico, que se extrae del sake japonés (bebida alcohólica que se hace fermentando arroz), se utiliza en cremas para el tratamiento antienvejecimiento para combatir las manchas. “Además de ser antioxidante, el ácido kójico es inhibidor de la producción de melanina. Eso significa que si tienes una quemadura o una mancha incipiente que aún no es visible, este ácido impide su aparición”, asegura García Bello.

3. Almizcle de ciervo. Antes de que la industria dejara de utilizarlo de forma natural, por extraerse de especies en peligro de extinción, el almizcle cumplía la misma función de las heces de civeta en la perfumería de calidad. Aunque suele atribuírsele a las glándulas anales de los ciervos almizcleros, en realidad procede de los mósquidos, unos herbívoros con apariencia de ciervo con colmillos. “En su lugar, la industria ahora utiliza análogos de síntesis química mejores que el almizcle natural sin necesidad de matar animales. Un ejemplo es el galaxolide, una molécula con el típico olor del almizcle, que lleva tanto una nota animal como un toque floral, mucho más redondo, suave y atractivo”, ilustra Bailón. Aparte de los perfumes, el almizcle también puedes detectarlo en los suavizantes para la ropa.

4. Cráneo de cachalote. Fruto de una mala traducción, anota el biólogo Álvaro Bayón, durante tiempo se ha extendido la creencia de que el espermaceti del cachalote (llamado en inglés sperm whale) consistía en espermatozoides de cetáceo. En realidad, se trata de una rica sustancia grasosa o cera que se acumula en las cavidades del cráneo del cachalote, en cantidades que pueden llegar hasta las tres toneladas de peso. “Antes había que matar al animal, abrirle la cabeza y depurar el esperma para crear emulsiones estables cosméticas con resultados magníficos en la piel. Con la química moderna se han creado alternativas con sustancias acuosas como el alcohol láurico o el alcohol cetílico y sus derivados que se obtienen del aceite de coco, de palma o copra”, relata Bailón.

5. Ácido de ganado. El ácido hialurónico de las cremas se ha popularizo como reclamo de la industria cosmética para combatir la pérdida de volumen y las arrugas que el paso del tiempo deja en la piel. En el caso de las cremas de bajo coste, este ácido puede proceder del cordón umbilical del ganado porcino. “Aunque en un principio se extraía de esa parte del cerdo, las firmas importantes ahora utilizan el ácido hialurónico de síntesis porque es el que mejor funciona”, señala la profesora de química Deborah García Bello.

6. Placenta. Como fuente de aminoácidos y alantoína, una sustancia nutritiva y similar a la urea para acelerar la cicatrización cutánea y fomentar la regeneración de la piel dañada, la placenta fue utilizada en la cosmética arcaica de los años 40 contra las arrugas y volvió a la actualidad hace unos años como terapia natural por el jugador de fútbol Diego Costa, al que una conocida farmacéutica serbia aplicó placenta de yegua para regenerar el tejido muscular dañado. “Al asociarse al origen de la vida, era algo muy llamativo, y si forma parte del desarrollo del feto, se piensa que tiene que ayudar a la estética, pero no es una sustancia popular, ya que da un poco de reparo”, observa Bailón.

7. Polvo de cochinilla. El rojo pasión del carmín que tanto atrae a los hombres no sería posible sin un insecto llamado cochinilla, un parásito de cactus y chumberas. En el caso de las hembras, su cuerpo se torna rojo cuando pasa de larva a adulto. “Debido a la imposibilidad de sintetizarlo en los laboratorios, existen granjas de cochinillas. Se recogen las hembras, se dejan secar al sol y se hace un polvo con ellas para el carmín”, describe el biólogo Álvaro Bayón, investigador en la Estación Biológica de Doñana por el CSIC. Y no solo lo encontrarás en los pintalabios. La cochinilla da color como aditivo alimentario, por ejemplo en los yogures de color rosa y en buena parte de las gominolas rojas.

8. Sebo de oveja. Beneficioso para las pieles muy resecas y para renovar las células epiteliales (las protectoras de los órganos), constituye uno de los ingredientes clásicos en cosmética. La lanolina, una grasa lúcida similar a la vaselina y que contiene colesterol y ácidos grasos como la cera de abeja, procede del sudor de las ovejas, que forma una capa de cera adherida a la lana que se extrae al esquilarlas. “La lanolina se emplea como emoliente sobre la piel. Evita que la piel pierda agua y le da un aspecto más suave. La suelen llevar también cremas y geles de ducha hidratantes”, anota García Bello. "En ocasiones, si no se depura bien, la lanolina tiene mala fama, ya que a algunas personas les produce alergia, pero si está bien refinada, es hipoalergénica", recuerda Bailón.

9. Ámbar gris. Extraído de las secreciones del intestino de los cachalotes, el ámbar gris se recolectaba en forma de piedras que habían flotado en el mar y oxidado al sol en la arena de la costa durante largo tiempo. Actualmente, la industria cosmética recurre a soluciones alternativas sintéticas. Estas “piedras aromáticas”, que pueden cotizarse en miles de dólares por kilo, aportaban un olor muy suave y dulce con nota animal como fijador de la concentración aromática en la alta perfumería.

10. Residuos de vertebrados. La urea, un residuo que aparece en la orina como resultado del metabolismo de las proteínas de todos los animales, se utiliza en formulación cosmética como sustancia altamente hidratante y emoliente, aportando una sensación de suavidad y regenerando las pieles escamadas por soriasis, dermatitis o eccemas. “Ahora se produce de síntesis porque es más barato e higiénico que recolectar heces y orina de animales”, recuerda Deborah García Bello.

11. Aceite de pimienta. Si comes alitas de pollo picantes, seguro que más de una vez acabas con la boca hinchada. Para conseguir ese efecto, la cosmética emplea aceite de pimienta para que los labios aumenten su grosor y enrojezcan. “Alimentos picantes como guindillas, cayenas o chilis tienen una molécula en su aceite esencial, llamada capsaicina, con propiedades tumefacientes; es decir, estimula la acumulación de sangre y provoca la hinchazón de la zona afectada. Su efecto es temporal y, si está suficientemente diluido, no debe de picar. La capsaicina es la molécula picante por excelencia que ocupa el primer puesto de la escala Scoville de comida picante”, indica el biólogo Álvaro Bayón.

12. Baba de caracol. Aunque haya estado de moda y algunas cremas sigan anunciando las bondades de la baba de caracol como reparador facial y quitamanchas cutáneo, puedes ir desengañándote. “Cuando se le rompe la concha, el caracol no la regenera gracias a la baba, sino a un proceso de remineralización del tejido dañado como los humanos lo hacemos con nuestros huesos. La baba funciona como protector, como lo hace nuestra piel, pero no tiene ninguna propiedad cosmética relevante”, explica Bayón. “Es cierto que algunas cremas tipo Teletienda lo usan, pero ninguna buena crema hidratante lleva baba de caracol”, añade García Bello.

13. Sustancia de abeja. Un gramo puede llegar a costar 350 euros gracias a que famosas como Gwyneth Paltrow hayan puesto de moda la apiterapia. Es una sustancia enraizada en la medicina tradicional china que actúa como antiinflamatorio y se utiliza en cosmética como tratamiento facial a base de apitoxina (una sustancia de la abeja) como un estimulante para producir colágeno y mantener la elasticidad de la piel. Sin embargo, existe poca evidencia científica que respalde sus bondades contra las arrugas. “En realidad, no ayuda a producir colágeno. Para producirlo, tenemos el retinol (la vitamina A) y todos sus derivados que se usan en cosmética”, explica la química García Bello.

14. Cafeína. Gracias a su propiedad descongestionante, es posible encontrar cafeína no solo en los productos destinados al contorno de los ojos contra los signos del cansancio o la falta de sueño para rebajar la hinchazón. “También está en las cremas anticelulíticas. Tras aplicarla, la piel se queda un poco más tersa por el efecto de la cafeína. Aunque, la verdad es que es una sensación un poco ficticia”, indica García Bello.

15. Sustancia de serpiente. Bajo la fórmula patentada Syn-Ake, hay cremas que contienen una sustancia sintética que imita a la Waglerin 1 del veneno de la llamada víbora del templo. Esta sustancia promete una función inhibidora, similar a la toxina botulínica (botox). “La sustancia es levemente paralizante, pero no hace nada. Sus efectos pasan rápido, la cara queda tensa durante poco tiempo. Lo suelen llevar cremas de baja calidad. Si alguien quiere un tratamiento paralizante, es mejor ir al dermatólogo para que le ponga botox o le tape las arruguitas con ácido hialurónico”, surgiere García Bello.

16. Blanco titanio. Las cremas solares más arcaicas, los protectores que impregnan en la piel un rastro blanco, suelen incluir un filtro físico a partir del pigmento de dióxido de titanio, el conocido blanco titanio para pintura, que protege de la luz ultravioleta. “Las cremas de baja calidad siguen dejando ese rastro blanco. Por contra, las mejores llevan filtros químicos que no dejan esa huella blanca”, anota García Bello.

17. Mineral de alumbre. En el etiquetado de algunos desodorantes habrás visto la imagen de una piedra, el mineral de alumbre, como si fuera un ingrediente natural libre de aluminio. “Aunque lo pinten como si te frotaras una piedra natural en la axila, en realidad es una piedra de síntesis. Se extrae de una piedra que sí existe, la bauxita, pero se sintetiza”, observa García Bello. En algunos mercados medievales es posible adquirir estas piedras pulidas como desodorantes. “Las marcas añaden las piedras molidas, y lo gracioso es que digan que no llevan aluminio, cuando la sal de aluminio está en su composición química”, añade Álvaro Bayón.

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